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ARCO 2025: el arte como interferencia, eco y sedimento.


Hay ferias que se visitan y ferias que se habitan. ARCO 2025 es de las segundas. Aquí no se atraviesan pabellones; aquí se transita un idioma en construcción, un alfabeto inestable donde cada obra es una letra y cada galería un acento, un giro fonético que desplaza el sentido.


En esta edición, las 214 galerías de 36 países no vienen a mostrar, sino a perturbar. Lo hacen desde sus lugares de origen, desde sus contradicciones y sus derivas, dejando en el aire un murmullo constante que convierte a ARCO en un espacio poroso, donde las obras hablan entre sí y los visitantes se convierten en piezas móviles, cuerpos que también aportan sentido, silencio o ruido.


Hay una tensión que atraviesa esta feria: la pregunta por el territorio, por ese suelo real o simbólico desde el que cada artista toma la palabra. En Wametisé: ideas para un amazofuturismo, las obras no se limitan a representar un paisaje; lo reclaman, lo hablan, lo enredan en una trama donde la memoria, el agua y el despojo son materiales de trabajo. ¿Cómo narrar la selva sin volverla postal? ¿Cómo decir “Amazonas” sin convertirla en un decorado? La respuesta no existe, pero la pregunta resuena en cada muro.


Opening nos recuerda que todo lo que comienza ya viene cargado de historia. Aquí las nuevas galerías no vienen a ocupar un espacio vacío, sino a escribir sobre la escritura previa, a imprimir su trazo sobre una página ya usada. Son jóvenes, sí, pero sus gestos nacen de archivos invisibles, de capas de polvo y referencias que laten detrás de cada pieza.


Y en Perfiles: Arte latinoamericano, las fronteras tiemblan. Lo latino se desarma y recompone, ya no es una identidad sólida, sino un juego de transparencias, migraciones y ecos. América Latina en ARCO no es un lugar, sino un movimiento: una forma de estar entre, de oscilar entre la raíz y el tránsito.

Pero la feria no es solo lo que se ve. La feria es también ese susurro de pasillos, ese cruce de lenguas y miradas entre coleccionistas, artistas, curadores, estudiantes, periodistas, paseantes casuales y cuerpos perdidos que llegaron aquí como quien entra en un sueño del que alguien les habló. ARCO es también esa máquina de producir anécdotas —lo que ocurre fuera de las obras, en los cafés y los encuentros fortuitos, en las sonrisas rápidas y en las frases a medias—. Hay quien dice que una feria es un mercado. Pero también hay quien sabe que un mercado es, antes que nada, una forma de conversación. Lo que se negocia no son solo precios: se negocia la idea misma de arte, se negocia qué importa y qué no, qué nos representa y qué queda fuera, qué narra nuestro tiempo y qué lo calla.


Visitar ARCO 2025 es aceptar esa conversación, entrar en ella sin garantías, como quien se mete en un río sin saber si el agua es fría o caliente, limpia o densa. Es sumergirse en un diálogo donde nadie tiene razón, pero todos aportan algo: un fragmento, una intuición, un ruido de fondo.


Por eso esta no es una invitación al espectador, sino una provocación al testigo. No vengas solo a ver; ven a participar. Ven a quedar contaminado por lo que aquí ocurre, por lo que no se dice pero se intuye. Ven a ser parte de la materia de ARCO, aunque sea como huella breve, como eco pasajero.


La feria te espera.

Pero no como un espectáculo.




Te espera como un enigma.


Eduardo Romaguera, artista y testigo invitado de ARCO 2025.



 
 
 

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